XXXVI Congreso SETH

Ponencias 5 debilidad… (4), pero, independientemente del síntoma principal, el problema más importante es el retraso en solicitar atención médica en una situación en la que el tiempo de intervención es crítico, pues cuanto antes se diagnostique y se trate un infarto, mayor es la probabilidad de sobrevivir y de tener menos secuelas. Así, en más de mil pacientes consecutivos atendidos en el Hospital Clínico de Santiago de Compostela diagnosticados de infarto agudo de miocardio, se demostró que las mujeres (23 % del total) habían tardado en consultar más de 3 horas desde el inicio de los síntomas, aproximadamente 30 minutos más que los hombres, y también habían sido diagnosticadas más tarde (casi otros 30 minutos más) (Fig. 3). Por otro lado, aunque resulte paradójico, en las mujeres es más frecuente la presencia de angina, a pesar de tener una en- fermedad coronaria menos extensa y con menos isquemia do- cumentada, comparada con los hombres, como se ha puesto de manifiesto en el reciente estudio ISCHEMIA (5). En cuanto al tratamiento, las principales indicaciones de las guías de práctica clínica se basan en ensayos clínicos y registros que han incluido una mayoría de hombres. Para evitar este sesgo, hay algunas guías como las de prevención cardiovascular de la American HeartAssociation que incorporan en sus recomendacio- nes el índice de generalización, que representa si estas se pueden aplicar también a las mujeres (6). Pero no es habitual encontrar este criterio en otros documentos. Así, en relación al tratamiento antitrombótico en los síndromes coronarios, tanto agudos como crónicos, las indicaciones se basan en los resultados de estudios que apenas incluyen una cuarta parte de mujeres. Por ejemplo, había un 24 % de mujeres en el ISAR-REACT (7) que compa- raba dos antiagregantes (Prasugrel frente a Ticagrelor) asociados a AAS en síndrome coronario agudo o en el REDUAL-PCI, que comparaba dos anticoagulantes (dabigatrán frente a warfarina) asociados a antiagregantes en pacientes con enfermedad corona- ria y fibrilación auricular (8). En estos escenarios hay que aplicar con cautela estas estrategias terapéuticas, ya que es mayor el ries- go de sangrado en la población femenina, como podemos calcular por medio de escalas como CRUSADE (9). Pero hay otras circunstancias en las que es muy evidente que no se trata igual a las mujeres, como sucede en la incorporación a la rehabilitación cardíaca. Aquí influyen muchos aspectos socioeconó- micos, muy relacionados con el papel que la mujer ocupa en la so- ciedad, sobre todo en relación a sus responsabilidades domésticas. Cuando una paciente, ama de casa, tiene un infarto de miocardio, después no “disfruta” de una baja laboral que le permita disponer de tiempo para recuperarse y participar en los programas estructurados de rehabilitación cardíaca. En cambio, se ha demostrado mayor be- neficio pronóstico en las mujeres que completan esta actividad (10). De todas formas, aunque se mantienen bastantes diferencias en la atención a las mujeres con enfermedad cardiovascular, la si- tuación ha cambiado de forma significativa en los últimos 30 años. Fue en 1991 cuando la Dra. B Healy acuñó el término síndrome de Yentl para explicar que las mujeres tenían que parecer hombres para recibir un trato igualitario. Se basaba en una novela en la que una chica judía se vestía de hombre para poder estudiar (11). Figura 2. Mecanismos fisiopatológicos responsables de isquemia miocárdica. Figura 3. Tiempos de atención a 1274 pacientes (23 % mujeres) sometidos a angioplastia primaria por infarto agudo de miocardio en el Hospital Clínico de Santiago de Compostela.

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