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1

S

índromes

dolorosos

en

oncología

. E

valuación

y

factores

pronósticos

Pedro Jorge Ballesteros García

C A P Í T U L O

E

l dolor definido por la Unión Internacional para el Estudio del Dolor como “una experiencia

sensorial y emocional desagradable asociada a daño tisular real o posible, o descrita en térmi-

nos de ese daño” (1), es el síntoma más frecuente en oncología.

El dolor asociado al cáncer es más prevalente en los estadios avanzados que en los iniciales y su

incidencia aumenta con la extensión de la enfermedad. Se estima que entre el 30 y el 80 % de los pa-

cientes lo padecerán a lo largo de la evolución de su tumor, siendo la mayoría de las veces de intensidad

moderada o insoportable. Hasta un 40 % de largos supervivientes lo padecerán como efecto crónico (2).

El origen del dolor oncológico es multicausal. La localización del tumor primario, la progresión

de la enfermedad con invasión de estructuras vecinas, raíces nerviosas, tejidos blandos o huesos, la

oclusión de vísceras huecas, como el tubo digestivo o el sistema urinario, la diseminación a órganos

diana como hígado, hueso o sistema nervioso central y las consecuencias del tratamiento quirúrgico,

afectación de plexos nerviosos postmastectomía, postoracotomía o postamputación, radioterápico o

farmacológico como la neuropatía por taxanos o el síndrome álgico óseo debido al tratamiento con

inhibidores de aromatasa, determinan la complejidad del enfoque diagnóstico y terapéutico.

El dolor puede hacerse crónico en los pacientes largos supervivientes con la consiguiente afecta-

ción de su calidad de vida.

El dolor óseo es el que se observa más frecuentemente, seguido por el producido por infiltración de

las raíces nerviosas. En tercer lugar en incidencia se sitúa el producido por la afectación de vísceras

huecas.

El tratamiento del cáncer puede producir dolor entre el 15 a 25 % de los pacientes sometidos a ciru-

gía, radioterapia o tratamiento farmacológico. El dolor crónico en los pacientes largos supervivientes

se observa entre el 5 y el 40 %, dependiendo del tipo de tumor y el tratamiento recibido.