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La radioterapia en el tratamiento del dolor oncológico

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páticas por miedo a la hepatitis rádica, pero en realidad la analgesia se alcanza con dosis sensible-

mente inferiores. Los linfomas y otros tumores más radiosensibles presentan mejores respuestas

que los adenocarcinomas gástricos o pancreáticos. Se plantea RT en casos de hepatomegalia do-

lorosa, sobre todo cuando es masiva o se establece rápidamente, y cuando no hay buena respuesta

a analgésicos y corticoides. Estudios aleatorizados muestran que la irradiación de todo el hígado

o, cuando es posible, de volúmenes menores para disminuir la toxicidad, consigue mejoría del

dolor en dos de cada tres pacientes tratados. También mejoran la hepatomegalia, las náuseas y los

vómitos, la ascitis e incluso los test de función hepática. La RT se administra en 7-8 fracciones,

durante 1-2 semanas, con dosis totales de 25-30 Gy. La toxicidad es moderada, en forma de can-

sancio y náuseas por sensibilización del hepatocito, y puede ser mayor si el paciente ha recibido

previamente quimioterapia (2).

La esplenomegalia sintomática se presenta en leucemias crónicas, síndromes mielodisplásicos y

linfomas no Hodgkin, generalmente. El tratamiento de elección suele ser la esplenectomía, pero la

RT también puede ser una opción cuando la enfermedad está muy avanzada o el paciente presenta

deterioro general que desaconseja una intervención. Como el tejido esplénico es extremadamente

sensible a la radiación, se administran dosis totales muy bajas (10 Gy) en fracciones más pequeñas

de lo habitual (1 fracción al día de 0,8-1 Gy), con reducciones diarias del campo de tratamiento. De

este modo, se modera la pancitopenia y se mejora la tolerancia (15).

También la RT puede ser una opción en otros casos de dolor visceral rebelde, como por ejemplo en

el producido por tumores inoperables pancreáticos o renales, para tratar dolor u obstrucción biliar por

adenopatías tumorales del territorio portal, en dolor por metástasis suprarrenales, etc. (2).

2.3. Dolor por infiltración de plexos o nervios periféricos

Cualquier tumor puede progresar comprimiendo o invadiendo un nervio periférico. El dolor es de

tipo radicular y precede a la aparición de síntomas neurológicos. Los corticoides junto a la RT son,

como veremos más tarde, el tratamiento de elección. Los plexos braquial y lumbosacro son lugares

frecuentes de depósitos metastásicos o recidivas tumorales. En estos casos, aparece dolor neuropá-

tico, un dolor de mal pronóstico para su control sintomático. La RT mejora el dolor al disminuir la

presión tumoral sobre los nervios, disminuyendo la reacción inflamatoria y la liberación local de

mediadores nociceptivos (2,16).

La causa más frecuente de dolor por afectación del plexo braquial es la recurrencia de un cáncer

de mama después de mastectomía en la axila o en la fosa supraclavicular. Debe realizarse diagnós-

tico diferencial con la plexopatía rádica. El tumor del

sulcus

superior (síndrome de Pancoast), las

adenopatías cervicales y los tumores tiroideos también pueden afectar el plexo braquial. Cuando no

se ha realizado irradiación axilosupraclavicular previa, el tratamiento de elección para el control del

dolor es la RT. Dosis de 40-50 Gy en 4-5 semanas suelen ser suficientes para el alivio de síntomas.

La mejoría, como regla, es de corta duración (2,16).

Respecto a la afectación del plexo presacro, la causa más frecuente es la recidiva de cáncer de recto

tras la cirugía. La afectación presacra es rara en pacientes no operados. Este síndrome se ha rela-

cionado con la destrucción quirúrgica de la fascia presacra y con el retraso en la irradiación pélvica

tras la cirugía. Con la RT se consigue un importante alivio en el 80 % de los casos, incluso cuando

la masa tumoral solo disminuye ligeramente. Diez fracciones de 3 Gy en dos semanas es una pauta

apropiada (2,16).