La radioterapia en el tratamiento del dolor oncológico
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Menos del 5 % de las fracturas patológicas se consolidan espontáneamente tras una inmovi-
lización prolongada. Es más frecuente que la actividad lítica impida que se alcance una repara-
ción adecuada; por este motivo se recomienda la estabilización ortopédica, porque calma antes
el dolor, permite la movilización precoz y facilita el cuidado posterior del enfermo. Cerca del
90 % de los enfermos experimentan un alivio importante del dolor con las técnicas ortopédicas.
Se recomienda también tratamiento ortopédico de las lesiones osteolíticas con riesgo importante
de fractura, principalmente si se localizan en huesos de carga, son grandes o afectan radiológica-
mente a la cortical (2,5,16).
El tratamiento indicado tras la estabilización ortopédica es la RT. Para los huesos largos se reco-
mienda fijación quirúrgica mediante clavo intramedular; se deben evitar las placas y los tornillos por
tratarse de un hueso debilitado al nivel de la fractura. Cuando la lesión se localiza cerca de una arti-
culación (cabeza y cuello femoral) lo más conveniente es la sustitución protésica. Las intervenciones
que afectan al acetábulo necesitan una reconstrucción articular completa, con mayor posibilidad de
complicaciones. Por este motivo, en pacientes con afectación acetabular el pronóstico de superviven-
cia y la movilidad son criterios de selección para tratamientos ortopédicos (2,16).
La RT que se administra tras la fijación quirúrgica tiene una función antiálgica y reduce el riesgo
de nuevas fracturas, ya que la fractura inicial favorece la expansión tumoral a través del hematoma.
No hay problema en irradiar las prótesis o fijaciones metálicas o plásticas colocadas, y no es preciso
que el campo de tratamiento abarque en su totalidad la fijación metálica. Habitualmente, se emplean
fraccionamientos cortos (cinco sesiones de 4 Gy) o sesiones únicas de 6-10 Gy (2,6).
En pacientes con mal estado general y un pronóstico funcional o vital limitado, se puede conseguir
una buena paliación con medidas no quirúrgicas: inmovilización del miembro, tracción y/o adminis-
tración de una dosis única de RT.
2.5. Efecto
flare
Se define como el empeoramiento transitorio del dolor tras la finalización de la RT. Su incidencia
puede llegar al 40 %. La gradación del dolor al término del tratamiento debe superar en dos o más
la escala basal sin producirse un descenso en los requerimientos de analgésicos y con un retorno a la
situación basal pasado el episodio. En más del 75 % de los casos, ocurre entre el primer y el quinto
día desde el término de la RT. Su aparición no se relaciona con una peor respuesta del dolor ni con
un deterioro en la calidad de vida al mes de finalizar el tratamiento (18).
El edema en el periostio del hueso irradiado puede provocar compresión del nervio y la subsiguien-
te liberación de citoquinas inflamatorias. Por este posible mecanismo fisiopatológico, se explica que
el empleo de dexametasona puede prevenir la aparición del efecto
flare
(descenso del 36 al 18 %
en el estudio de Sayed y cols. [18,19]).
3. ASPECTOS PRÁCTICOS
– Recomendaciones en la elección del fraccionamiento de RT externa (véase la tabla).
– Anamnesis con escala visual analógica y BPI y requerimientos analgésicos antes de iniciar la
RT, a la semana, y cada dos semanas hasta los seis meses de finalizar el tratamiento.