Guía OncoSur de diagnóstico y tratamiento del dolor
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1.10. Toxina botulínica
La eficacia de la toxina sobre el dolor en la espasticidad y las distonías, en especial en la dis-
tonía cervical, ha sido reconocida y relacionada con la mejora de la hiperactividad muscular. La
posible eficacia de la toxina en el tratamiento del síndrome miofascial, la migraña y la cefalea ten-
sional sugieren un efecto antinociceptivo de la toxina sin relación con la relajación muscular. La
toxina botulínica representa la toxina biológica más potente conocida hasta la actualidad. Posee
una fracción neurotóxica consistente en una proteína con un peso molecular de aproximadamente
150.000 daltons. La toxina es producida por el
Clostridium botulinum
. La toxina botulínica se in-
yecta en el vientre muscular y actúa sobre la placa motora y sobre las fibras nerviosas colinérgicas
del sistema nervioso autónomo.
2. RECOMENDACIONES DEL USO DE COADYUVANTES
La utilidad de los analgésicos adyuvantes en el manejo del dolor por cáncer ha crecido con el
desarrollo de nuevos medicamentos de mayor potencia analgésica y menores interacciones farma-
cológicas. Estos medicamentos son extremadamente importantes para aquellos pacientes con dolor
resistente a los opioides o que presentan efectos adversos importantes, lo que impide el incremento
de la dosis.
Desafortunadamente, la evidencia científica que hay sobre el uso de los analgésicos adyuvantes
en pacientes con cáncer sigue siendo escasa y nos guiamos por la experiencia o los datos sobre
el dolor no maligno, por lo que es deseable que en un futuro se amplíen los datos en la población
oncológica.
3. ASPECTOS PRÁCTICOS
3.1. ¿Cómo utilizar los antidepresivos tricíclicos?
– Se considera fármacos de primera elección a las aminas terciarias (imipramina y amitriptilina),
que aunque tienen más efectos anticolinérgicos que las secundarias (desipramina, nortriptilina,
protiptilina), son más eficaces porque tienen una mayor afinidad serotoninérgica.
– Generalmente se puede empezar con dosis de 50-75 mg/24 horas, pueden administrarse en
tres tomas diarias o en una sola toma cuando se trate de compuestos de acción prolongada.
La dosis “ideal” mínima para una buena respuesta clínica se sitúa en 150 mg /24 horas. Esta
puede conseguirse al cabo de una semana de iniciado el tratamiento. Una vez alcanzada, se
observarán los posibles efectos secundarios, y si no aparecen o son soportables, se seguirá
2-3 semanas con esta dosificación de mantenimiento. Si al cabo de este tiempo no se ha apre-
ciado ningún tipo de respuesta terapéutica, está indicado aumentar la dosis hasta 300 mg /24
horas. Si al cabo de 6 semanas no se aprecia mejoría, nos encontramos frente a una depresión
resistente al tricíclico.
– Una vez se ha logrado el control de la sintomatología, deben mantenerse los ATD por espacio de
tres a seis meses. Una parte importante de los fracasos es debida a un mantenimiento corto en el
tiempo del ATD, y a una retirada brusca. La supresión debe ser progresiva para que no aparezcan
fenómenos de rebote. Así, deberían bajarse las dosis a un ritmo de 25-50 mg/semana.