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Guía OncoSur de diagnóstico y tratamiento del dolor

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Baile y Buckman, revisado recientemente por Morgans & Schapira, 2015). No hay fórmulas fijas,

evidentemente, pero nuestro mensaje debe incluir:

– Una escucha atenta y empática: sintonice con el estado de ánimo del paciente y pregunte sobre

sus inquietudes, sobre la vivencia de su situación y sus expectativas.

– Asegure al paciente y a su familia que se intentará el control de los síntomas que provoquen

cualquier sufrimiento.

– Nada se hará sin su consentimiento. Es recomendable el posicionamiento en un segundo plano

del médico, ahora el paciente (y su familia) acapara todo el protagonismo de la situación. No es

el momento de aturdir al paciente sobre parámetros clínicos o analíticos, u opciones fútiles de

tratamiento.

– Al mismo tiempo, el médico y su equipo deben prestarse a una atención incondicional, asegu-

rando al enfermo nuestro soporte asistencial en cualquier situación.

– Si el estado de conciencia lo permite, se le puede preguntar sobre sus necesidades espiritua-

les. Ideas previas sobre ordenes de no reanimación o instrucciones previas y la posibilidad de

resolución de conflictos (con familiares o conocidos) pueden ser discretamente mencionados.

Utilice un tono de voz natural y mantenga un contacto físico con el paciente. Estrechar la mano

y compartir un silencio tiene un indudable valor de comunicación emocional (el “valor de la

presencia”) ( Franks JA. The power of presence. J Palliat Med. 2010;13:331-2).

Con la familia y/o cuidadores:

el empeoramiento del paciente es manifiesto para la familia y cui-

dadores, incluso antes que para nosotros, y es comprensible el impacto emocional que eso supone.

La ansiedad, la sensación de impotencia o el sentimiento de culpa pueden desbordar a la familia, lo

que puede reflejarse en diversas reacciones:

D

emanda de ingreso hospitalario por el temor a la muerte en el domicilio.

– Peticiones de nuevos tratamientos o medidas de soporte poco realistas o de dudosa eficacia (sue-

ros, nutrición).

– Replanteamiento de los objetivos del tratamiento (solicitud de informes), opiniones contradicto-

rias entre los miembros de la familia, influencias ajenas y cambio de los portavoces.

– Solicitud de sedación cuando la situación no lo requiere o de detalles concretos sobre el momen-

to o forma de la muerte.

En un intento de contrarrestar tales reacciones, el médico debe facilitar:

– Información sobre la situación de agonía en la que el paciente se encuentra y cómo dicho proceso es

individual y personal, sin que puedan adelantarse las reacciones o los intervalos. Animar a la familia

a que inicie trámites administrativos y que comunique la situación a otros parientes o conocidos.

– Ante la demanda de ingreso, valorar el soporte familiar en el domicilio y considerar los deseos

previamente expresados del paciente.

– Destacar la comodidad y el confort del paciente como prioritarios para descartar el uso de medi-

das inadecuadas como sondas, inyectables, análisis, etc.

– Favorecer la expresión de sentimientos de los miembros de la familia y colaborar en aportar la

información más adecuada a grupos especialmente sensibles (niños, convivientes).